miércoles, 4 de junio de 2025

Relato de un suicidio.

Hace un par de días recordé la manera de observar que tenía cuando iba pintando LUCE de farola en farola.

Un mirar aparentemente despreocupado, de quien no vigila, pero que, sin embargo, percibe los movimientos de los cuerpos que aparecen y desaparecen por el rabillo del ojo, o se detienen en el centro de la pupila.

Domingo por la mañana. Estaba esperando a que me recogieran en las Torres de Quart.
Iban con retraso.
Con esa mirada ocupada en percibir otras cosas, se coló un cuerpo que caía desde lo alto, justo en el momento en que impactaba contra el suelo.
El sonido del golpe se dividió en dos: cabeza y cuerpo, mezclado con el grito aterrador de una chica que estaba a escasos metros.
Los transeúntes, sorprendidos y horrorizados, miraban el cuerpo estampado contra el suelo, cubriéndose la vista con la palma de la mano.
Las ventanas y balcones de los edificios cercanos se abrieron.

Mi primer pensamiento fue el suicidio. Luego, la caída.
Pero pasó el tiempo suficiente como para saber que a aquella persona no le acompañaba nadie.
Al poco de suceder, un coche de la policía que pasaba por allí se detuvo. Bajaron dos agentes. Miraron el cuerpo y lo rodearon.
Una señora se acercó a tomarle el pulso. Muerto.
En un minuto llegaron varios coches de policía. Acordonaron el cuerpo para evitar las miradas.
Cuando llegaba la ambulancia, llegaron a por mí. Subí al coche.
Acababa de saltar una persona desde las Torres.

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