lunes, 29 de septiembre de 2025

Blasco Ibañez, la barraca.

*Seguir las ideas que señala una niña de 10 años.
La influencia de un niño, con el bagaje de un un adulto. 

*Spray en ciudad brocha en los caminos. El uniforme de la pintura plástica.
*Atraido por la incognita.

La hilandera, escribir oficios*


Gorra azul con visera de hule, recuerdo de uno de los muchos empleos que había desempeñado en su accidentada vida. 

Era un rumor de aviespero, un susurro de colmena, lo que oían mañana y tarde los huertanos al pasar.

...Las mentiras fraguadas por los perdidos de....

No queriendo conceder a la intrusa ni el honor del silencio.

Era una reunión de gorriones revoltosos.

La belleza y el agua.

Emboscarse cerca del camino. 

En la fábrica comenzaron las bromas por parte de sus enemigas, que le preguntaban irónicamente cuándo se casaba, y la llamaban de apodo ¨la Pastora¨por tener amores con el nieto del tío Tomba,( Pastor ciego.)


pag 9.
Algunos jovenes que muestran exageradas impaciencias por obtener la fama literaria y sus provechos materiales deben relfexionar sobre la historia de esta novela. tan unida a mi nombre. Para las gentes amigas de clasificaciones, que una vez encasillan a un autor ya no lo sacan, por pereza mental, del alvéolo en que lo colocaron, yo seré siempre, escriba lo que escriba, el ilustre autor de La Barraca.

10. Blusa de plumas.

12 y a tientas por los senderos , guiándose en la oscuridads como buena hija de la huerta.

pag 14.

Los charcos del camino parecían poblarse de peces de fuego.

15 un aldabonazo.
16
Con el gesto escéptico del que conoce el secreto de la vida y no cree en nada, las exclamaciones de la escandalizada labradora.

20
Las paredes, arañadas por las aguas, mostraban sus adobes de barro crudo, sin más que unas ligerísimas manchas blancas que delataban el antiguo enjalbegado.

21
El revoloteo de alas negras y traidoras.

Vestía de labrador; pero el modo de llevar el pañuelo anudado a la cabeza, sus pantalones de pana y otros detalles de su traje, delataban que no era de la huerta, donde el adorno personal ha ido poco a poco contaminandose del gusto de la ciudad.

Era la emigración de una familia entera. Tísicos colchones, jergones rellenos de escandolosa hoja de maíz,  sillas de esparto, sartenes, calderas, platos, cestas, verdes banquillos de cama, todo se amontonaba sobre el carro sucio, gastado, miserable, oliendo a hambre, a fuga desesperada, como si la desgracia marchase tras de la familia pisándole los talones.

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Pag 165. 
, y él se paseaba desde su vivienda al camino, por el pedazo de tierra inculta que daba entrada al carro.

166. Bien podía un hombre honrado permitirse un poco de expansión.

176. 
Y allá iba dos veces al año, para manchar el piso con sus alpargatas cubiertas de barro.... Era una venganza de esclavo, el amargo placer del mendigo que comparece con sus pestilentes andrajos en medio de una fiesta de ricos.

177. Bueno él no trabajaba mucho, porque era listo y había conocido la farssa de la vida. Pero alguna vez trabajaba, de tarde en tarde, y esto era bastante para que las tierras fuesen con más justicia de él que de aquella señorona gorda de Valencia. 


125 
y como el aseo es el lujo del pobre, se sentó en un banco de piedra, esperando que le llegara el turno para limpiarse de unas barbas de dos semanas, punzantes y duras como púas, que ennegrecían su cara. 

pag 131.
Ni robao se lo podía dar a tal precio. 

135.
Como si encontrase en él algún lejano olor del compañero muerto.

136 
Unos ojos que ya no miraban.

143
La extraña velocidad con que circulan en la huerta las noticias, saltando de barraca en barraca en alas del chismorreo, el más rápido de los telégrafos.

144 
Era un rosario de comadres llorosas

150 Pobre Pascualet, infeliz obsipillo con su guirnalda extravagante y su cara pintada estaba hecho un mamarracho. Más ternura dolorosa inspiraba su cabecita pálida, con el verdor de la muerte, caída en la almohada de su madre,sin más adornos que sus cabellos rubios. 

152
Interrumpiendo su ristra de lugares comunes...

155
La barraca vomitando lejos de ella su digestión de gentío, quedó muda, sombría, con ese ambiente lúgubre de los lugares por donde acaba de pasar la desgracia.

159
Rumorosas acequias.

Los árboles mostraban sus ramas cargadas de frutos. Doblegábanse los nispereros con el peso de los amarillos racimos cubiertos de barnizadas hojas. 

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