sábado, 16 de junio de 2012

Nuestros poetas son celosos de su nombre no muestran ninguna disposicion a aceptaR la responsabilidad que emana de su oficio. Nuestros poetas son celosos de su nombre pero no muestran ninguna disposición a aceptar la responsabilidad que emana su oficio. No han demostrado ser poetas; se conforman meramente con darse el nombre de tales. No escriben para un mundo pendiente de cada una de sus palabras sino que escriben los unos para los otros: Justifican su impotencia haciendose deliberadamente inintelegibles. Encerrados en sus egos pequeños y glorificados, se mantienen alejados del mundo por temor a ser pulverizados al primer contacto. Si los observamos a fondo, no son ni siquiera personales, porque de serlo podríamos entender su delirio y su tormento. Se han vuelto tan abstractos como las ecuaciones de los físicos. La suya es una nostalgia prístina por un  mundo de poesía pura en el que el esfuerzo por comunicarse se ha reducido a cero.



el tiempo de los asesinos, H.miller

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