miércoles, 4 de diciembre de 2024

Noruega, Rafa Lahuerta.

*Como empiezan los libros.
Mi relación, las ganas de hablar y contar que me motivó a seguirlo. La intensidad es distinta.. lo enderezco o caerá en el olvido.

La Valencia sumergida.
La ciudad sitiada.


* Escribir un libro, una serie de textos que articulen el pensamiento vivido y por vivir.
*Sabes que deberias estar actuando en otro lugar.

El barrio del Carme era muelle y espigón, aduana y burdel. 
Callejones aturados de orín y brea.

No lo descarrto. La Insolación era mi musa, la musa un delirio, el delirio una manera de exprimir la realidad. Entre lo real y lo figurado, la hierba del desapego invadía las azoteas y un bosque de antenas tejía rutas inexploradas en las alturas. A la hora de la siesta, un funambulista cruzaba la ciudad.

*Rutas inexploradas, funambulistas cruzando la ciudad.

La singularidad de agosto en Valencia. Paisaje habitual, sonoridad inquietante.

Sobre los primeros intentos de escirbir una novela:
No pasé de los lugares comunes. La atmósfera del barrio aniquilado y su densidad dramática em sedujo y me engañó. Le di excesiva importancia al fraude de la mala vida y sus ramificaciones; primero desde la fascinación, despuñes desde la pereza.

Lo que me interesaba realmente era la proyección sagrada de las anécdotas en el inconsciente de los hombres.

*La falsa sensación de creer conocer la ciudad al dedillo, cuando me movía por ella con la intención de escribir mi nombre.

Valor más mítico que real.

Todo lo que yo contaba lo hacía suyo, era una esponja. 

Quemados por un sol del que nadie nos advertía.

*El coche me alejó.
* Historias y contexto en tu ciudad, que más se puede pedir.

Acampada junto a un lago, un lago irreal de cascotes y escombros. Una ventana sin cristales hacía de chimenea.

Duró el tiempo necesario para no olvidarlo jamás.

* Si he llegado hasta aquí, que se sea. ( Se ha de saber. )

Cuatro o cinco vces nos cruzamos en la ruleta de las calles.

Lo cierto es que era demasiado guapa, procaz y vulnerable para sobrevivir sin peajes en aquel cruce de calles arrasadas.

Lolo liaba un porro y el Turco perfeccionaba alambres que luego le servían para abrir todo tipo de candados.

La ciudad subterránea.

Durante aquellos anocheceres abruptos de agosto de 1984 nada me excitaba tanto como intuir las esquirlas de aquel universo poblado por seres furtivos cuyos nombres rebotaban en las paredes de la ciudad oscura hasta confundirse con la aureola de los héroes mitológicos. 

correveidiles que conocían todos los secretos.

Ya no pertenecían a nada y eso les volvía procaces y deslenguados.

Dotes para el escapismo. Aparecía  y desaparecía de los sitios sin que nadie se percatara. 

Unos las despreciaban por cateta y otros por desmemoriada.

El imaginario urbano sucumbió a la dinámica uniforme del turismo de masas y sus cadenas.

No ser uno de ellos me obligaba a inventar mi lugar en la trama.

Callejeo indiscriminado. 

Hasta pág 80.

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pág 322:

Hay muchas miradas que construyen  ciudades, pero son pocas las que se elevan por encima de los lugares comunes. Lo comprendí entonces. Al no ser un turista convencional tenía la capacidad de asomarme a aquella ciudad donde nada me concernía y hacerlo con la tensión necesaria para atrapar su lógica en pocos días.
Solo por eso ya valió la pena el viaje.  No participaba del turismo, pero sí de la pasión por entenderla. De las ciudades no me interesaban ni los museos ni los palacios. Me interesaba el ritmo, la exposición del plano y su sentido: si era una ciudad sana o desquiciada.

Finalmente descubrí lo más obvio. Tampoco es fácil ser un buen turista. Hace falta fe, pasar la página con elegancia, no insistir en la profundidad de lo que apenas se atisba.
Como religión moderna exige atributos que yo no tengo. Su efervescencia me conmueve. Es una industria que funciona.
Lo que funciona merece respeto, aunque solo sea por no herir a los creyentes. A mí me agota. Hay que hacer acopio ligero de lugares eternos, poner la foto en el álbum, saciar la ansiedad del ¨Yo estuve alli¨. En ese proceso patológico hay más exhibicionismo que lucidez. En los suplementos culturales proliferan los ejercicios metaliterarios que intentan destilar el alma de la ciudad auténtica.

 
A mí me agota. Hay que hacer acopio ligero de lugares eternos, poner la foto en el álbum, saciar la ansiedad del ¨Yo estuve alli¨. En ese proceso patológico hay más exhibicionismo que lucidez. En los suplementos culturales proliferan los ejercicios metaliterarios que intentan destilar el alma de la ciudad auténtica.

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