domingo, 8 de septiembre de 2024

El acto de crear, una manera de ser. Rick Rubin.

El círculo del vaso mojado, sobre una hoja entintada de grises, lo he confundido con la estampación de una goma.

Buena reflexiones, explicadas de una manera evidente y demasiado entusiasta.

El inicio del trabajo es una semilla de la que brota el tronco de la idea central. Según va creciendo, cada decisión que tomamos se convierte en una rama que lo divide en una nueva dirección y se torna más y más delicada a medida que vamos avanzando.

La respuesta se apoya en el principio universal de las relaciones. Para saber qué lugar ocupa una cosa tenemos que relacionarla con otra.

. Pag:320:

Al final lo que hace que una obra sea grandiosa es la suma total de los pequeños detalles. Del principio al final, todo tiene tonos y grados. No hay una escala fija. No puede haberla, porque a veces los elementos más infimos son los  que tiene más peso.

pag 238:

Cuando nos obsesionamos con los acontecimientos, estos pueden parecer catastróficos. Sin embargo, solo son una pequeña parte de una vida más grande, y cuanto más te alejas, más pequeña se torna la experiencia.
Mírala de cerca y te obsesionarás. Mírala de lejos y observarás. Puedes escoger.

pag 239.

Tal vez fue precisamente eso lo que te atrajo del trabajo creativo de buen comienzo: el recuerdo de esa dicha sensorial, esa experiencia recurrente. Es como morder una fruta cuando está en el punto exacto de madurez.

pag 241.

La epifanía/revelación es el corazón de la creatividad. La notamos en todo el cuerpo. Capta nuestra atención y nos acelera el pulso o nos arranca una carcajada de sorpresa. Nos permite atisbar un ideal más elevado, abre en nosotros nuevas posibilidades que no sabíamos que estaban ahí. Es tan estimulante que, por ella, las facetas más laboriosas y menos interesantes del trabajo merecen la pena.
Excavamos buscando esas revelaciones: los momentos en que los puntos se conectan. Nos deleitamos en la satisfacción de ver cómo la forma se esclarece .


pag 242.
Las ideas latentes y las emociones ocultas en las capas más profundas de la psique pueden abrirse paso hasta nuestras letras, escenas y lienzos....

La profundidad de nuestra obra no importa necesariamente. Sin embargo,

pag 249.
Existe otro tipo de competitividad que nso puede reportar infinitos beneficios; una rivalidad que se puede desplegar a lo largo de toda la vida del artis
ta. Se trata de la competición con uno mismo.
Imagina la autorrivalidad como un deseo de evolución. El objetivo no es superar nuestras obras anteriores, sino avanzar y lograr una sensación de progreso. Crecimiento más que superioridad.
Nuestras capacidades y gustos pueden evolucionar, lo cual genera distintas obras con el paso del tiempo, pero ninguna se peude considerar superior o inferior a las demás. Son diferentes instantáneas de la persona que somos hoy y de la que eramos ayer. Todas son nuestras mejores creaciones en el momento en que son creadas.

Con cada nuevo proyecto, nos desafiamos a reflejar del modo más bello posible lo que habita en nosotros en esa ventana de tiempo en particular.
Desde este espiritu de autocompetición, propone llegar más lejos y presiónate hacia lo inesperado. No te detengas siquiera cuando alcances la grandeza.

Los relatos acerca de cómo se llevan a cabo las obras y de los rituales que ejecutan los artistas que las crean suelen estar exagerados y a menudo son pura ficción.

Sobre las ideas, somos máquinas de interpretar, y este proceso de etiquetar y clasificar es eficiente pero inexacto. Somo narradores no fiables de nuestra propia experiencia.

Las figuras legendarias del arte y la histoia se presentan en ocasiones como deidades. Es contraproducente compararnos con ellas porque nunca han existido tal como las concebimos. Son seres con defectos y aspectos vulnerables, igual que nosotros.

Todo arte es una forma de poesía. Siempre cambia, nunca permanece inmóvil. Tal vez creamos saber lo que significa una obra y, sin embargo, esa interpretación puede variar con el tiempo. El creador deja de ser creador una vez que termina el trabajo. A partir de ese momento, se convierte en espectador. Y el espectador aporta tanto sentido a una pieza como el creador.
Nunca podremos conocer su verdadero significado. Quizá nos ayude a recoerdar que hay fuerzas en juego que superan nuestra comprensión. Creemos arte y dejemos que los demás inventen relatos. 

pag 288.
No es cuestión de creer ciegamente en uno mismo. Se trata más bien de una fe experimental.
La fe encuentra su recompensa, quizá más que el talento o la destreza.

Avanzamos en la oscuridad.

Aunque no entendamos su utilidad, estamos practicando nuestra destreza, adquiriendo mayor dominio del oficio.

Con el tiempo , según vas finalizando más proyectos, crece tu fe en la experimentación.

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Además de eso, reducir nuestro mundo con el fin de que sea más manejable nos aporta cierta sensación de seguridad.
Para que tu producción artística evolucione constantemente, no pares de rellenar la vasija de la que sruge. Y amplía tus miras de manera activa.

Haz lo posible por adoptar su perspectiva, por

Podemos tardar años, incluso décadas, en crear nuestro primer proyecto. Por lo general se desarrolla en el vacío, en circunstancias normales, en una conversación que mantenemos ante todo con nosotros mismos.
Después de compartirlo, pueden surgir influencias externas.
Hace aparición un público , ya esté formado por amigos o por grandes grupos de desconocidos. Individuos y empresas con intereses comerciales nos ofrecen contratos. Y cuando  empezamos a trabajar en el proyecto siguiente, es posible que varias voces externas nos hablen alto y claro desde los márgenes para empujarnos en distintas direcciones creativas. Para exigir el trabajo inmediato, sin preocuparse por la calidad del mismo.
Cuando esas voces entren en la mente del artista- preocupaciones sobre plazos, acuerdos, ventas, atención mediática, imagen pública, equipo, gastos, crecimiento del público, mantener la base de seguidores existente-, puede afectar a nuestra concentración. La intención del arte puede mudar de la autoexpresión a la subsistencia. De elecciones creativas a decisiones comerciales.
La clave para recorrer esta fase del viaje artístico es aprender a desconectar. Evitar las presiones externas penetren en el proceso interno e interfieran en el estado de pura creación.
Ayuda evocar la claridad mental que caracterizó la primera obra y permitió el éxito original.
Deja de lado no solo las preocupaciones comerciales, sino también las necesidades y pensamientos de esas voces externas. Exclúyelas  de tu consciencia mientras tratas de llevar a cabo el mejor trabajo posible.
Cuando eres Capaz de concentrarte únicamente en la creatividad y trabajar en un espacio sagrado, todo el mundo se beneficia. Y el resto de las prioridades son atendidas.

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Nos relacionamos con el espacio a través de la pintura.
No se busca mucho más que generar un momento gratificante.

Paisajes.

Cuando las herramientas son buenas, el disfrute es total.

En el acto de pintar, te encuentras nuevos escenarios todo el rato. Desde el como llegar, la superficie, los elementos que van contigo. Los lugares en los que te puedes esconder, el número de interrupciones hasta completar lo pintado, la manera disimular. Lo extraño de tú en ese escenario. El miedo.

Aquel toma y daca.

Hacía fuera, dar al exterior.

Es bastante probable que haya un agujero por el que pasar.

Las lineas, los cables que cruzan las vías.

Moverse con una luz roja.

Distintas luces en la oscuridad. Cada uno un color. Identificarse en la oscuridad.

Los lugares que se pisan.

En la oscuridad, sin ver lo suficiente cuesta más creer.  Ir a ciegas, confiar en tí y en tus movimientos.
Emites y no hay respuestas. Llegan cuando se da luz.

Ver, disfrutar lo pintado.
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