martes, 22 de marzo de 2016

Facebook: El Rastro de Valencia

¿QUÉ HACER PARA QUE NOS TOMEN EN SERIO?
No depende solo de nosotros el alcanzar cierto grado de madurez que nos permita obtener el respeto que, el Rastro, en su conjunto, merece. Sin el apoyo y la voluntad política de la administración, se convertiría en una meta inalcanzable, por la falta de recursos materiales y la poca formación de sus miembros.
Es tan solo una etapa más, ésta en la que nos encontramos, después de haber desaparecido por completo el hilo que nos conduce al origen. Visto así, puede parecer que, nuestra historia, tan solo se remonta hasta el emplazamiento de la plaza de Nápoles y Sicilia y, por lo tanto, estamos atravesando por una especie de bisoñez o infantilismo que permite a cualquier adulto opinar y decidir sobre nuestro presente y futuro. Es como si, metafóricamente hablando, hubiéramos llegado a las costas de la modernidad y la opulencia, hacinados a bordo de un barco mercante, herrumbroso, con el fondo del casco atestado de parásitos marinos y capitaneado por piratas. Que no es así, solo lo sabemos nosotros, aunque sea de una manera intuitiva, pero no encontramos la comprensión necesaria como para que el viaje lo hagamos, todos juntos, a bordo de un trasatlántico. Es mucho decir, lo sé, pero sirva la metáfora, tan solo, para que se pueda visualizar el trabajo a desarrollar por un equipo multidisciplinar que invierta su talento para solucionar problemas de espacio y convivencia. Somos un problema, en tanto que debemos encajar, dentro del espacio y la conciencia colectiva de la ciudad.

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¿QUÉ HACER PARA QUE NOS TOMEN EN SERIO?
Si, ocio es emplear el tiempo que no destinamos a ganarnos los medios de subsistencia, en lo que nos apetezca, y cultura es la transmisión del conocimiento, el Rastro, por un lado, hace que la cultura sea más accesible, por medio de la espontaneidad de sus vendedores (entre comillas, candidez), y por oto, más digerible, por la predisposición a pasárselo bien, en un día de fiesta, de quienes por allí se acercan. Por lo tanto, El Rastro no es solo un espacio con una oferta comercial, sino que también lo es de ocio y cultura. Esto se ha consolidado a través del tiempo, por su contenido y, sobre todo, desde que se celebra en domingos y festivos, elementos a tener en cuenta a la hora de efectuar cualquier cambio de contenido o lugar. Esto no quiere decir que, la Universidad utilice el Rastro, hasta el punto, de tenerlo como acicate para iniciar sus investigaciones, ni que los museos se sustenten con los hallazgos ocasionales que allí acontecen y permiten conocer, con más rigor, si cabe, la historia y cultura de un pueblo (en este caso, el nuestro). Pero sí digo que, en su conjunto, el Rastro sirve para estimular la curiosidad, que motiva, tanto a vendedores como a usuarios, explorar por medio de los objetos que descubren, diferentes aspectos de su personalidad y, como punto de encuentro, entre una gran diversidad de personas, a las que el Rastro aglutina entorno suyo, enriquece, personalmente, a cada una de ellas. Es, por todo esto, a mi entender, lo que realmente nos estimula y donde radica el tesoro que todos codiciamos encontrar cada domingo; aunque solo sea de una manera intuitiva, es recompensa suficiente como para reincidir, probablemente, hasta el fin de nuestros días.
Con esto trato de acercarme, con la mayor objetividad posible, a lo que es el Rastro, desde mi punto de vista, o sea, desde una de las miles y miles de miradas subjetivas.

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QUÉ HACER PARA QUE NOS TOMEN EN SERIO?
REFLEXIONES SOBRE EL CAMBIO
El Rastro no se puede trasplantar, así, sin más, a cualquier otro punto de la ciudad, si no se tiene en cuenta su viabilidad dentro del ordenamiento urbano de la ciudad. Por ejemplo, no podemos instalarnos en calles de ningún barrio, porque para los vecinos adyacentes, esto supondría soportar un estrés injustificado en su tiempo de descanso. Esto lo digo, mayormente, de cara a los puristas que añoran un Rastro entre callejuelas del casco antiguo, como ocurre en otras ciudades europeas o en Madrid sin ir más lejos. Esto no puede ser así, porque esos mercados están arraigados desde hace siglos en el mismo lugar y, las calles del barrio donde se encuentran, han ido creciendo poco a poco entorno a su actividad dotándolos de la suficiente protección como para ser incuestionados. No ocurre lo mismo con nuestro Rastro que, aun siendo tan antiguo como Portobello en Londres, Las Pulgas en Paris o el Rastro de Madrid, hoy por hoy, nosotros nos encontramos desarraigados y necesitados de un cierto nivel de protección, como por ejemplo, declarar al Rastro de Valencia, Bien de Interés Cultural, no sería tan descabellado, puesto que, El Rastro de Madrid, tiene este rango desde hace mucho tiempo y solo despierta inquietud entre los especuladores. 
Como oferta de ocio, sería recomendable, contemplar todos los aspectos que contiene el instalar nuestro mercado, sin perder su esencia, y facilitar su acceso fuera de toda provisionalidad, lo que conllevaría crear o reacondicionar algún espacio ya existente, sin otra pretensión o rentabilidad que, la del entretenimiento ciudadano.

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