pág 84:
Salpicada de solares.
Viviamos instalados en la tensa víspera de los derribos.
En ese sentido, crecer entre pisos abandonados y fincas a punto de caer fue un aprendizaje superior.
El ejercito de los normales.
un lugar anodino y extraviado en pleno corazón de la ciudad.
En todo hay una parte que está sin explorar. Al mirar pensamos en la huella de lo pensaron otros.
Pero hasya lo más pequeño tiene dentro algo desconocido.
Ahondar en la novela del escritor fracasado es tan recurrente como deudor de una mentalidad comercial. Ya no sé muy bien en qué consiste el fracaso. Es una de esas palabras que provocan sugestión. Parecen inventadas para seducir a los cretinos que aspiran a vivir todo el tiempo en el alambre de las grandes pasiones. Las grandes pasiones me impresionan poco. Me impresiona más la falta de atención. Aprender a mirar, de eso se trata. Ahí para mi fortuna, nunca fracasé. Conviene, por tanto , que me deshaga del prejuicio artístico del fracaso y no regrese más al efecto conmovedor de su apología. No hay fracaso fuera del concepto de fracaso. Es una impostura más. Estar en conflicto con uno mismo sobre la conveniencia o no de matizar los recuerdos es tan solo un juego, una manera juiciosa de medir en silencio los propios fantasmas. No hago daño a nadie. Escribo, y mientras escribo la ciudad se confunde con un fogonazo que me devuelve al mes de agosto de 1984. Tengo que insistr en ese planteamiento. Dejarlo abierto, pero cerrado. Abierto en la puesta en escena de lugares, cerrado en la cosmovisión que planea. Huir, en todo caso, del relato generacional. No soy portavoz de nadie.
*Como competir con unos sprays nuevos, con esos difusores.
Con herramientas precarias, convivir con las manchas, con otros tiempos, aparecer en otros lugares.
Mega negro + ultrafat.
domingo, 29 de diciembre de 2024
sábado, 28 de diciembre de 2024
Noruega, Rafa Lahuerta Yúfera.
Pág 376,
La lucidez vale si ha sido una actitud permanente y no una pose. Pero ha valido antes, no ahora. Ahora da igual. Ahora lo mejor , si se puede, es preservar la calma. Eso intento. No siempre puedo.
No he hecho otra cosa que tejer y destejer la misma tela de araña. También eso, ahora lo veo, es un mérito anómalo. Nunca di la vuelta al mundo. No me hizo falta. Mi vida ha sido un círculo. Me limité, desde la rutina y la prudencia, a vivir bajo la sombra de una sola calle, la última calle de la ciudad.
El testimonio de un hombre sin hijos no puede importarle a nadie.
Bajo esa premisa me revuelvo contra mi escritura de aficionado y el vértigo me devuelve al lugar de los ingenuos. Mi mundo era un mundo agotado. Esa transición entre lo viejo y lo nuevo me convirtió en un ser ausente. La experiencia humana de la ambición me resulta ajena. No he comprendido los rasgos esenciales de mi época. He puesto todos mis esfuerzos en dejar constancia de una ciudad que ya no existe. Lo he hecho a partir de mi uniforme de mileurista semiculto. Hombre sin hijos, sin hipotecas, sin pareja, sin nombre, sin problemas, sin obra, sin currículum, sin nada que justifique esta escritura nerviosa y terminal.
Sabía que me estaba despidiendo de la ciudad............
Eran calles sin sentido, dejadas caer en el plano, cocinadas a fuego lento entre la voluntad rural y la eclosión urbana. Calles sin poema, sin turistas, sin el fulgor de las glorias locales, calles con ADN intransferible. Las elegí a conciencia, me quería despedir de los que significaban.
La actualidad ya no me inquieta. Ya no me inquieta quedarme sin dinero, sin casa, sin libros, sin salud. Ya no tengo de nada. O lo que tengo ya no sirve.
Hablo con menosdominio que cuando escribía. Cuando escribía podía corregir. Ahora no corrijo y lo que digo viene d eun lugar en el que ya no soy yo.
¿Cuándo dejé de ser yo? ¿ Lo fui alguna vez? ¡ Qué falsedad tan ridícula esa de ser tú mismo! ¡Como si fuera posible!
Hay que hablar todo el tiempo con uno mismo y muy poco con los demás. Hay que encontrar un interlocutor, fumigar juntos la tiranía de los lugares comunes, destrozar la purpurina de las frases hechas y penetrar en la esencia del lenguaje para no descarrilar en el cháchara. Cada frase tiene que ser un cuchillo.
Eso lo lo dijo Kafka, y estoy totalmente de acuerdo. Kafka, a mi edad ya había muerto. Solo desde fuera del lenguaje podemos desenmascarar la trampa del lenguaje y hacer que el lenguaje sea lo que tiene que ser: herramienta de cooperación y no de imposición e hipocresía.
miércoles, 4 de diciembre de 2024
Noruega, Rafa Lahuerta.
*Como empiezan los libros.
Mi relación, las ganas de hablar y contar que me motivó a seguirlo. La intensidad es distinta.. lo enderezco o caerá en el olvido.
La Valencia sumergida.
La ciudad sitiada.
* Escribir un libro, una serie de textos que articulen el pensamiento vivido y por vivir.
*Sabes que deberias estar actuando en otro lugar.
El barrio del Carme era muelle y espigón, aduana y burdel.
Callejones aturados de orín y brea.
No lo descarrto. La Insolación era mi musa, la musa un delirio, el delirio una manera de exprimir la realidad. Entre lo real y lo figurado, la hierba del desapego invadía las azoteas y un bosque de antenas tejía rutas inexploradas en las alturas. A la hora de la siesta, un funambulista cruzaba la ciudad.
*Rutas inexploradas, funambulistas cruzando la ciudad.
La singularidad de agosto en Valencia. Paisaje habitual, sonoridad inquietante.
Sobre los primeros intentos de escirbir una novela:
No pasé de los lugares comunes. La atmósfera del barrio aniquilado y su densidad dramática em sedujo y me engañó. Le di excesiva importancia al fraude de la mala vida y sus ramificaciones; primero desde la fascinación, despuñes desde la pereza.
Lo que me interesaba realmente era la proyección sagrada de las anécdotas en el inconsciente de los hombres.
*La falsa sensación de creer conocer la ciudad al dedillo, cuando me movía por ella con la intención de escribir mi nombre.
Valor más mítico que real.
Todo lo que yo contaba lo hacía suyo, era una esponja.
Quemados por un sol del que nadie nos advertía.
*El coche me alejó.
* Historias y contexto en tu ciudad, que más se puede pedir.
Acampada junto a un lago, un lago irreal de cascotes y escombros. Una ventana sin cristales hacía de chimenea.
Duró el tiempo necesario para no olvidarlo jamás.
* Si he llegado hasta aquí, que se sea. ( Se ha de saber. )
Cuatro o cinco vces nos cruzamos en la ruleta de las calles.
Lo cierto es que era demasiado guapa, procaz y vulnerable para sobrevivir sin peajes en aquel cruce de calles arrasadas.
Lolo liaba un porro y el Turco perfeccionaba alambres que luego le servían para abrir todo tipo de candados.
La ciudad subterránea.
Durante aquellos anocheceres abruptos de agosto de 1984 nada me excitaba tanto como intuir las esquirlas de aquel universo poblado por seres furtivos cuyos nombres rebotaban en las paredes de la ciudad oscura hasta confundirse con la aureola de los héroes mitológicos.
correveidiles que conocían todos los secretos.
Ya no pertenecían a nada y eso les volvía procaces y deslenguados.
Dotes para el escapismo. Aparecía y desaparecía de los sitios sin que nadie se percatara.
Unos las despreciaban por cateta y otros por desmemoriada.
El imaginario urbano sucumbió a la dinámica uniforme del turismo de masas y sus cadenas.
No ser uno de ellos me obligaba a inventar mi lugar en la trama.
Callejeo indiscriminado.
Hasta pág 80.
1
pág 322:
Hay muchas miradas que construyen ciudades, pero son pocas las que se elevan por encima de los lugares comunes. Lo comprendí entonces. Al no ser un turista convencional tenía la capacidad de asomarme a aquella ciudad donde nada me concernía y hacerlo con la tensión necesaria para atrapar su lógica en pocos días.
Solo por eso ya valió la pena el viaje. No participaba del turismo, pero sí de la pasión por entenderla. De las ciudades no me interesaban ni los museos ni los palacios. Me interesaba el ritmo, la exposición del plano y su sentido: si era una ciudad sana o desquiciada.
Finalmente descubrí lo más obvio. Tampoco es fácil ser un buen turista. Hace falta fe, pasar la página con elegancia, no insistir en la profundidad de lo que apenas se atisba.
Como religión moderna exige atributos que yo no tengo. Su efervescencia me conmueve. Es una industria que funciona.
Lo que funciona merece respeto, aunque solo sea por no herir a los creyentes. A mí me agota. Hay que hacer acopio ligero de lugares eternos, poner la foto en el álbum, saciar la ansiedad del ¨Yo estuve alli¨. En ese proceso patológico hay más exhibicionismo que lucidez. En los suplementos culturales proliferan los ejercicios metaliterarios que intentan destilar el alma de la ciudad auténtica.
A mí me agota. Hay que hacer acopio ligero de lugares eternos, poner la foto en el álbum, saciar la ansiedad del ¨Yo estuve alli¨. En ese proceso patológico hay más exhibicionismo que lucidez. En los suplementos culturales proliferan los ejercicios metaliterarios que intentan destilar el alma de la ciudad auténtica.
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