viernes, 14 de agosto de 2020

La decoración polémica para 66

 El artista que recurre a la ciudad como medio (como un pintor utiliza en cuadro) puede terminar por utilizarla como su bien estético propio. Le impone su marca, su firma, acondiciona la materia que él aporta. De ahí, en toda lógica, el principio de decoración, emblemático del arte urbano.




Decorar. El término, tratándose de las prácticas urbanas De arte, tiene que vaciarse de su dimensión ornamental o de la facticidad. Lo entenderemos, más bien, como una aportación, una transfusión de materia sensible. La ciudad es un ente dar y el arte de ciudad, una prolongación de este ente dado. Prolongación que toma la forma, como poco, de un suplemento de expresión. Tal y como la considera el artista contextual, la ciudad es una realidad dada pero maleable, un espacio en el que el artista instala una obra que adquiere el rango de herramienta visual (la fórmula, muy adecuada, es de Daniel Buren) o de herramienta a secas. Las pegadas de carteles no autorizadas que realiza Buren en París en 1968 simples bandas negras y blancas proporcionan una ilustración elocuente, en particular del potencial para hacer el contexto modelable. En la época en la que también Buren va a pegar, cualquier pegada no autorizada es pretexto para lemas, reivindicaciones, críticas que se ejercen contra el orden gaullista, burgués y capitalista. La revuelta de mayo da París una cara nueva, haciendo sus muros un gigantesco dazibao, los carteles de Buren aparecen, en cambio como un enigma, como una afirmación que lo afirma barras negras y blancas.El consenso estar con las programaciones militantes, mientras que está pegada salvaje parece, por su parte, apelar a otra cosa: la valoración de un fuera de marco, de Aunns fuera de tiempo, de una retórica divergente de la señalización pública corriente.


El consenso estar con las programaciones militantes, mientras que está pegada salvaje parece, por su parte, apelar a otra cosa: la valoración de un fuera de marco, de Aunns fuera de tiempo, de una retórica divergente de la señalización pública corriente.

La llamada, bajo mano, a una redefinición de la visión. Resultado: la visión del público, esta vez, encuentran en las materias para calmar su sed de reubicación en tanto que se confronta a un signo mudo, actuando como un oxímoron, un signo en apariencia silencioso, pero de silencio elocuente. Decoración del espacio urbano, en efecto, pero alejada de la seducción constitutiva de toda decoración, seducción que evidentemente, no está presente en el caso de los carteles de Buren

(su razón de ser más evidente) una interrupción, por medio de los signos escritos, de la colonización del espacio urbano.


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