Siempre me habian llamado la atención, los objetos que se utilizan para mantener abierto la tapa de los contenedores, cajas de cartón lo más común, botellas o el primer cacharro que encuentran a alrededor.
Una vez terminan de rebuscar, los contedores siguen abiertos.
Aquí han sido una silla.
miércoles, 27 de febrero de 2013
viernes, 22 de febrero de 2013
Grafitti, Julio Cortázar
Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego,
supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a
una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era
intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para
mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento
más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitti de frente
sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al
lado, yéndote en seguida.
Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.
Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.
Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas.
Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.
Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.
Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.
Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.
Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.
Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.
Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafitti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de que lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.
Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.
Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas.
Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.
Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y sólo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.
Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.
Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.
Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.
Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.
lunes, 18 de febrero de 2013
la mancha que sale en la plata
José Ramón Vélez
Por aquel entonces habia una especie de foro oficial de Nacho, en el que se abrió un hilo para aclarar el mensaje de la canción. Recuerdo que lo que más juego dió fue lo de ¨el negro más negro¨
con algunas lecturas de lo mas delirantes. Pues bien, este negro era la mancha que sale en la plata ( papel de aluminio) al ser quemada con mecheros de ciertas marcas. En esas primeras lecciones, Nacho aprendió que habia que evitar a toda costa los Clipper, que dejan mucha mancha y no son regulares. A partir de ahí, es fácil saber de que trata la canción al completo.
Habla de esas noches en que acabábamos Nacho y yo solos en una habitación de hotel, en mi coche, en casa de tal, o en los camerinos de Pascual, y nos vaciabamos. Nos envenenabamos y sanábamos, aunque creo que no en la misma proporción para ambos.
El extraño caso de los tres Nachos Vegas
( Hasta tres Nachos Vegas distintos vagaron por las calles entre 2002 y 2004: el real, el maldito, y el personaje de las canciones.)
El personaje de entrevistas y conciertos
Anécdota real sucedida durante la promoción de Cajas de música que podríamos calificar con un 7,5 en la escala Ritcher del malditismo. Un periodista llama a Nacho Vegas para hacerle una entrevista. El cantante le cita en el piso madrileño de su novia, Beatriz Concepción. El reportero llega a la casa y se encuentra a Vegas y a José Ramón Vélez fumando platitas en el sofá. Se pasan toda la entrevista metiendose caballo. El cantante gijonés respondía muy despacito a las preguntas. Vélez, por su parte, solo abrió la boca una vez en toda la velada:
Periodista: ¿ Cuál es la peor canción sobre drogas que has escuchado?
NV: ¨The needle and the damage done¨ de Neil Young.
José Ramón Vélez: Barco a Venus de Mecano.
Enorme respuesta de Vélez, en efecto...No obstante, cuando uno perpetra una performance de este calibre delante de un periodista, quizá no este interesado en frenar las especulaciones sobre su malditismo y su vida salvaje ( aunque cuando se publicó el artículo no quedó rastro de las aparatosas circunstancias que lo rodearon).
Vegas tenía la manía de tocarse la cara todo el rato. Vuando acabé la entrevista tenía la nariza y la cara negra de los restos de plata y caballo quemado, como si fuera un minero tóxico, rememoraa ahora el periodista.
_______________________________________________________________________________
NOCHES ARTICAS
Para José Ramón Vélez
Hoy de nuevo
cerraremos los ojos
deseando con devoción
una nueva noche ártica
y del negro más puro
-no como el de la oscuridad
sino como el del ébano-.
Así nuestros pulmones
se anegan en un sueño
que envenena y que sana.
Sueños de noches árticas
que envenenan y que sanan.
(Cierra los ojos. Escucha en la oscuridad
cómo resuenan las cajas de música.
Inténtalas parar.)
________________________________________________________________________________
Por aquel entonces habia una especie de foro oficial de Nacho, en el que se abrió un hilo para aclarar el mensaje de la canción. Recuerdo que lo que más juego dió fue lo de ¨el negro más negro¨
con algunas lecturas de lo mas delirantes. Pues bien, este negro era la mancha que sale en la plata ( papel de aluminio) al ser quemada con mecheros de ciertas marcas. En esas primeras lecciones, Nacho aprendió que habia que evitar a toda costa los Clipper, que dejan mucha mancha y no son regulares. A partir de ahí, es fácil saber de que trata la canción al completo.
Habla de esas noches en que acabábamos Nacho y yo solos en una habitación de hotel, en mi coche, en casa de tal, o en los camerinos de Pascual, y nos vaciabamos. Nos envenenabamos y sanábamos, aunque creo que no en la misma proporción para ambos.
El extraño caso de los tres Nachos Vegas
( Hasta tres Nachos Vegas distintos vagaron por las calles entre 2002 y 2004: el real, el maldito, y el personaje de las canciones.)
El personaje de entrevistas y conciertos
Anécdota real sucedida durante la promoción de Cajas de música que podríamos calificar con un 7,5 en la escala Ritcher del malditismo. Un periodista llama a Nacho Vegas para hacerle una entrevista. El cantante le cita en el piso madrileño de su novia, Beatriz Concepción. El reportero llega a la casa y se encuentra a Vegas y a José Ramón Vélez fumando platitas en el sofá. Se pasan toda la entrevista metiendose caballo. El cantante gijonés respondía muy despacito a las preguntas. Vélez, por su parte, solo abrió la boca una vez en toda la velada:
Periodista: ¿ Cuál es la peor canción sobre drogas que has escuchado?
NV: ¨The needle and the damage done¨ de Neil Young.
José Ramón Vélez: Barco a Venus de Mecano.
Enorme respuesta de Vélez, en efecto...No obstante, cuando uno perpetra una performance de este calibre delante de un periodista, quizá no este interesado en frenar las especulaciones sobre su malditismo y su vida salvaje ( aunque cuando se publicó el artículo no quedó rastro de las aparatosas circunstancias que lo rodearon).
Vegas tenía la manía de tocarse la cara todo el rato. Vuando acabé la entrevista tenía la nariza y la cara negra de los restos de plata y caballo quemado, como si fuera un minero tóxico, rememoraa ahora el periodista.
_______________________________________________________________________________
NOCHES ARTICAS
Para José Ramón Vélez
Hoy de nuevo
cerraremos los ojos
deseando con devoción
una nueva noche ártica
y del negro más puro
-no como el de la oscuridad
sino como el del ébano-.
Así nuestros pulmones
se anegan en un sueño
que envenena y que sana.
Sueños de noches árticas
que envenenan y que sanan.
(Cierra los ojos. Escucha en la oscuridad
cómo resuenan las cajas de música.
Inténtalas parar.)
________________________________________________________________________________
si, ya
pero bueno pienso en la individualidad
y todo eso
más sillas que bancos
aunq bueno ahora quiero desarrollar la accion de cuando me mancho las manos de pintura
y me limpio en la pared
como cuando los yonkis se limpian tmbn...
Es algo que
de pequeñito me llamo siempre la atención cuando iba a casa de mi abuela
y solian haber drogadictos, sentados, quemando papelinas en el portal de enfrente, y las
paredes llenas de dedos, con un negro que se perdia
y
bueno yo me mancho los dedos, cuando quito la pintura que caen encima
de las letras y las deforma, dejo mis dedos, me limpio en la farola. Esas farolas son
las que más me gustan.
sorprender con la repeticion, con las formas, con los enigmas visuales
está muy bien pero estos dias necesito contar más vida, ser más
explicito y mostrar expericiencias.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Carlos Prieto en Cajas de música difíciles de parar. Nacho Vegas
Cuando calificamos a un músico de político nos solemos referir a alquien comprometido en el tradicional sentido izquierdistas del término. Dejando así fuera de la política, alehop, al resto de músicos y artefactos culturales. Según esta lógica, una comedia romántica de Hollywood nunca puede ser ¨política¨, aunque sea una enloquecida apología de la procreación familiar vaticana.
Una vez que ¨lo político¨ se reduce a un club de cuatro izquierdistas soliviantados, es fácil que el resto del personal se escaquee de la etiqueta. Ahí están los músicos ( escritores, cineastas, etcétera) que presumen de no ser ni de izquierdas ni de derechas y de vivir en un acogedor limbo posideológico centrista. La vanguardia paródica de este apoliticismo pop serían los grandes monstruos del exilio melódico español de Miami. Quizá su problema sea ignorar que no es posible permanecer fuera de la política cuando uno vive en sociedad (y a todo trapo, por cierto). O quizá sea que son tan reaccionarios que no resulta estético propagarlo a los cuatro vientos. Todo es posible, pero una cosa está clara: la política está en todas partes, lo personal también es político. Por seguir con un ejemplo muy poco sutil: si Julio Iglesias y Camilo Sesto son a su modo cantantes muy politicos(¿ o no es político mirar hacia otro lado y cantar baladas románticas en el Chile de Pinochet o en la Guinea de Obiang?), ¿ cómo no va a serlo Nacho Vegas ?
Una vez que ¨lo político¨ se reduce a un club de cuatro izquierdistas soliviantados, es fácil que el resto del personal se escaquee de la etiqueta. Ahí están los músicos ( escritores, cineastas, etcétera) que presumen de no ser ni de izquierdas ni de derechas y de vivir en un acogedor limbo posideológico centrista. La vanguardia paródica de este apoliticismo pop serían los grandes monstruos del exilio melódico español de Miami. Quizá su problema sea ignorar que no es posible permanecer fuera de la política cuando uno vive en sociedad (y a todo trapo, por cierto). O quizá sea que son tan reaccionarios que no resulta estético propagarlo a los cuatro vientos. Todo es posible, pero una cosa está clara: la política está en todas partes, lo personal también es político. Por seguir con un ejemplo muy poco sutil: si Julio Iglesias y Camilo Sesto son a su modo cantantes muy politicos(¿ o no es político mirar hacia otro lado y cantar baladas románticas en el Chile de Pinochet o en la Guinea de Obiang?), ¿ cómo no va a serlo Nacho Vegas ?
sábado, 9 de febrero de 2013
jueves, 7 de febrero de 2013
ABRILLANTO SUELOS pasa a ser ABRILLANTAMOS SUELOS
Aquí ABRILLANTO SUELOS pasa a ser ABRILLANTAMOS SUELOS y antes le precede un ANTIDESLIZANTE, seguido de mucha información. Parece anterior a los que ahora más se ven.
Visto en calle bachiller.
ABRILLANTO SUELOS
Este ABRILLANTO SUELOS lo encontré cerca del Colegio Alemán.
Pienso que se trata de un original, pues la máquina de abrillantar esta recortada y pegada sobre el papel que contiene el resto de información, en la imagen no se aprecia con claridad.
Intuyo que sobre esta más tarde se harían fotocopias resultando ser menos clara, y repasadas con rotulador, sobre todo la imagen.
viernes, 1 de febrero de 2013
Anaïs Nin
Carta a un escritor que preguntó: ¿Por qué se escribe?
Esta es una pregunta a la que puedo contestar fácilmente, ya que me la he hecho muchas veces a mí misma. Yo creo que escribimos porque tenemos que crear un mundo en el que podamos vivir.
Yo no podía vivir en ninguno de los mundos que se me ofrecieron: el mundo de mis padres, el mundo de Henr Miller, el mundo de Gonzalo o el mundo de las guerras. Tuve que crear un mundo mío, como un clima, un país, una atmósfera en que yo pudiera respirar , reinar, re-crear lo que la vida destruía. Esta es, creo yo, la razón de toda obra de arte. El artista es el único que sabe que el mundo es una creación subjetiva, que hay que hacer una elección, una elección de elementos. Es una materialización, una encarnación de su mundo interior. Luego espera atraer a otros hacia él; espera imponer esta visión particular y compartirla con otros. Cuando no alcanza la segunda fase, el artista animosamente, sigue sin embargo hacia adelante. Los pocos momentos de comunicación con el mundo valen la pena, porque al final es un mundo para otros, una herencia para otros, un regalo para otros. Cuando hacemos un mundo tolerable para nosotros mismos hacemos un mundo tolerable para otros.
También escribimos para aumentar nuestra conciencia de la vida, escribimos para atraer y encantar y consolar a otros, escribimos para llevar una serenata a nuestros amantes. Escribimos para paladear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva. Escribimos para poder trascender nuestra vida, para llegar más de ella. Escribimos para aprender a hablar con los otros, para registrar el viaje a través del laberinto, escribimos para ensanchar nuestro mundo cuando nos sentimos asfixiados, constreñidos, solos. Escribimos como los pájaros cantan, como los primitivos realizan sus danzas rituales. Si no respiramos escribiendo, entonce sno escirbamos. Porque nuestra cultura no necesita nada de esto. Cuando no escribo siento que mi mundo se encoge. Siento que estoy en la cárcel, que pierdo mi fuego, mi color. Debería ser una necesidad como el mar necesita la marea. Yo lo llamo respiración.
Diario V
pag 192
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
INTERESADOS
CONTENIDO
- septiembre (3)
- agosto (2)
- abril (1)
- marzo (3)
- diciembre (3)
- noviembre (4)
- septiembre (2)
- enero (2)
- noviembre (5)
- octubre (4)
- septiembre (1)
- agosto (6)
- julio (8)
- febrero (1)
- diciembre (8)
- noviembre (3)
- octubre (5)
- septiembre (1)
- julio (1)
- diciembre (6)
- noviembre (2)
- agosto (5)
- julio (2)
- abril (3)
- marzo (1)
- enero (3)
- septiembre (1)
- julio (1)
- junio (3)
- abril (1)
- febrero (2)
- enero (11)
- diciembre (3)
- noviembre (1)
- octubre (1)
- septiembre (1)
- agosto (7)
- julio (1)
- mayo (1)
- abril (1)
- marzo (10)
- febrero (4)
- diciembre (6)
- septiembre (3)
- agosto (3)
- julio (3)
- febrero (1)
- enero (4)
- diciembre (1)
- septiembre (7)
- agosto (3)
- julio (7)
- mayo (1)
- marzo (3)
- septiembre (3)
- mayo (1)
- febrero (1)
- octubre (1)
- agosto (1)
- junio (2)
- mayo (1)
- abril (5)
- enero (1)
- diciembre (3)
- noviembre (3)
- octubre (1)
- septiembre (2)
- agosto (3)
- julio (4)
- junio (9)
- mayo (4)
- abril (18)
- marzo (6)
- febrero (9)
- enero (6)
- diciembre (4)
- noviembre (7)
- octubre (7)
- agosto (7)
- julio (10)
- junio (10)
- mayo (18)
- abril (5)
- marzo (13)
- febrero (36)
- enero (7)
- diciembre (17)
- noviembre (24)
- octubre (28)
- septiembre (14)
- agosto (29)
- julio (23)
- junio (23)
- mayo (20)
- abril (9)
- marzo (20)
- febrero (14)
- enero (17)
- diciembre (8)
- noviembre (8)
- octubre (15)
- septiembre (6)
- agosto (7)
- julio (1)
- junio (7)
- mayo (7)
- abril (4)
- marzo (11)
- febrero (11)
- enero (6)
- diciembre (5)
- noviembre (2)
- octubre (8)
- septiembre (7)
- agosto (4)
- julio (8)
- junio (8)
- mayo (12)
- abril (11)
- marzo (15)